Was in Kolumbien begonnen hat, führt mich weiter. Das Schreiben über Reisen. Santiago de Compostela habe ich zu Fuß erreicht. Nach Santiago de Chile muss ich wohl per Flieger. Und dann weiter in den Süden: Concepción.
Montag, 28. Juni 2010
Adiós Colombia… bienvenido Alemania
Es ist soweit, llegó el tiempo de despedirse
Este texto será escrito en español para todos los que me ayudaron acá en Colombia, tendrá algunos errores gramaticales pero lo que importa es el mensaje...
Quiero decir gracias a mucha gente, espero que no vaya a olvidarme de nadie, si alguien no se encuentra en eso, por favor no se siente ofendido, tengo un caos enorme en mi cabeza. También quiero a ellos que no mencionará, ya lo saben.
Empiezo donde empezó mi viaje, en el aeropuerto El Dorado que antes de venir pensé que era mucho más grande sólo por el nombre, pero bueno. En ese aeropuerto me esperó una mujer muy amable, me recibió sin saber quien soy, me ayudó un resto en mis primeros días, semanas, meses. En los primeros días tampoco me sentía tan perdida como creía, aprendía muchas cosas, probaba mucha comida colombiana (mis primeros tamales, tenía que tomarme agua panela con QUESO: guacala), y aprendía la frase más importante: “La pola aguanta”. Es ella, Luz Stella, quien me presentó a mis compañeras de piso, que fue realmente lejos del centro, allá en la 183 con autopista. Y ambas Carolinas me facilitaron mi estadía, cocinábamos juntas, nos reíamos, nos contábamos historias sobre “nuestros” hombres. O sea fue un placer vivir con dos chicas muy “chicas”, no sabía que también puedo ser así, antes me veía mucho más masculina en el sentido de hablar, de comportarme, de mucho. Me invitaron a conocer su iglesia que me impresionó aún no hace parte de mi vida. Además muchas gracias a Diego y Flor – el hermano y la madre de Luz – por preocuparse mucho por mi y dejarme saber que siempre tenía algo donde ir.
La orientación en la universidad era fácil gracias al grupo de “Interandes”, un grupo de estudiantes colombianos que nos ayudó a los extranjeros... Había mucha gente dentro de este grupo con quienes espero mantener en contacto. La primera vez en Bogotá por la chiva, una noche bastante genial pero terminé en el hospital. A mi no me pasó nada, solamente acompañé a Mauricio quien se pegó la cabeza. Una alemana borracha (la primera vez guaro) y un colombiano herido, pero lo logramos. Con este grupo también me fue de viaje por primera vez – a Villa de Leyva. Allá conocí a unos amigos muy buenos. Maddalen, la primera española que conozco, una mujer increible con una fuerza enorme y un corazón gigante, de verdad la amo con todo lo que soy. Fueron muy pocos los momentos que compartimos pero ese tiempo disfruté como ningún otro. Madda, nos vamos a ver pronto! Su compañero de piso, un italiano, Gabriele que también es una persona extraordinaria. Tan querido, tan lindo, tan italiano, con todos sus gestos, su manera de ser, su ideología o más bien la mirada al mundo, siempre tratando de ver lo bueno que también es una cosa que me enriquezó a mi. Hay que hacerlo con un punto de vista crítico mas es una manera de vivir que me conviene bastante. Viajar por el mundo sin olvidarse de donde viene uno. Damien, un francés, muy tierno, también muy querido, con ideas muy buenas, buscando los lugares de la tierra menos ocupados, un greñudo que voy a ver otra vez, todavía no sé si sea en Francia, Alemania, Colombia o en cualquier otro lugar. Simon que vino con todos nosotros en este segundo semestre de 2009 me cayó rebien, un loco más en Bogotá...
Y la mujer más importante acá en Bogotá para mi: la francesa guapa. Fue y todavía es una de las amistades más bonitas que tengo. Siempre puedo contar con ella, también tiene ese caos en su cabeza que nos une, dos almas parecidas en una ciudad lejos de Europa. Le envidio por poder regresar tan pronto a este país maravilloso pero igual sé que nos vamos a ver en un rato. Nina, te quiero, te quiero con todo mi corazón, ya me haces falta. En un lado del mundo nos encontramos otra vez y otra vez.
Ahora es la hora de la pinche mexicana, un mes viviendo con ella en el centro fue lo máximo. Tal vez sea arquitecta y por eso ordenada con sus estudios pero las ideas y pensamientos tuvimos que arreglar y ordenar muchas veces juntas. Tomándonos un tinto, chupando una cosa rara mexicana. El segundo viaje, y ese a Buenaventura, sin ningún plan, casi nos morimos de miedo cuando llegamos a este lugar. Podíamos experimentar una maravilla juntas: Vimos ballenas yubartas, uno de los momentos que nunca olvidaré en toda mi vida... Me haces falta, Angie, vamos juntas al gimnasio un día... y muchas gracias por presentarme a Eduardo, mi hermano gemelo de la alma, tan lejos de este mundo a veces, tan pilo, tan hermoso. Su cabeza está demasiado llena de muchas cosas, nuestros tardes todos los jueves en nuestro bar favorito, nuestros conversaciones en alemán y muchas más en español sobre cualquier cosa. Creo que nunca he encontrado un hombre que le gusta tanto hablar y hablar y hablar, pero hablando sobre lo que sabe. Me visitó cuando estuve enferma, me cuidó un resto, me aguantó en cualquier estado de ánimo, solamente una vez tuvo miedo de mi... Mi casa es tu casa, Eduardo, un día vamos a hacer nuestro tour por Alemania en bicicleta tándem.
Hay un montón de personas más... A ver... A sí, hay dos antropólogos de la Nacho. Que puedo decir de ellos, digamos no nos hemos visto muchas veces pero los momentos que pasamos juntos siempre eran divertidos. Pode falar um porquinho de português com o Emerson... Y fuimos a bailar en un concierto como nos gustó bailar, nos toca hacerlo otra vez. Pode ser no Brasil no próximo ano... David, un hombre vivaracho que me encanta, unos de los colombianos más altos que conocía. Y pues, todos nos conocimos en una fiesta de “pre-Halloween” en la cual casi nadie me reconocía por mi disfraz como muñeca muerta. Solamente nos hemos visto en el principio y al fin de mi estadía mas los momentos que pasamos juntos me encantaron, hombres pilos.
¿Quién sigue? Stephanie, una colombiana que pasó un año en mi patria pero no quería hablar ninguna palabra alemana conmigo en su patria, ya se había olvidado de todo;) (menos la comida alemana rica). Aguantaron muchos los sábados de cine, de buena comida, del mejor salpicón que tomé en mi vida, de sentirme parte de la familia. Muchas gracias a Esmeralda, Geiner y Sebastián y todos los otros de esta familia que me abrió las puertas sin prejuicios, sin esperanzas. Me facilitaron pasar Navidad sin mi familia, fue una fiesta de p... Bailé mucho, comí mucho y tuve un muy bien tiempo en su casa. La natilla con coco hay que aprender a hacer.
Ahora viene una cantidad de gente que conocí más por azar que por cualquier otra cosa. Cuando escuché que tocara Ska-P,me compré una boleta sin saber con quien ir, por eso me fui sola (estuve en punto de vender mi boleta), hice fila por horas y horas. Entré y tuve que hacer fila otra vez y enfrente de mi estuvieron tres colombianos y les empecé a hablar como ya aburrida que estuve. Salió que eran Julian, Laura y Kike. Pasamos el concierto juntos, les conté algo sobre la banda alemana que tocó antes de Ska-P (“Die Toten Hosen”), yo estuve la única gritando las canciones en este parte del concierto, el resto del público me miró si fuera de otra planeta escupiendo palabras incomprensibles. Y gracias a Kike, quien es un hombre muy pilo, a quien no le gusta levantarse ;) conocí a la gente más querida del mundo. Todos ustedes son la razón porque me quedé más tiempo (aparte de mi amor por el país como tal) y por la cual volveré, volveré lo más pronto que posible. Es difícil de escribir algo de cada uno porque se repetiría muchísimo. Igual lo haré: Carlos quien sabe tocar el piano como nadie más, una persona muy, muy bacana y se lo pusieron un poco loco mis galletas de la felicidad; Jessica, una chica muy pila que intenta ordenar un poco el desorden del grupo y que sabe mover su cintura bailando así que yo ya no quería bailar más. Las gemelas, Lida y Carolia, dos personas impresionantes que me regalaron una blusa bonita para el verano como a mi piel no le gusta mucho el sol. Nos quemamos juntas en Lagosol, bebimos harto (las únicas mujeres que conocí allá quienes aguantan beber de la misma manera como yo o tal vez más), nos divertimos, nos reímos. Y seguiremos haciéndolo en el futuro. Jonathan, el colombiano más alto del mundo, siempre que escuche el “Waka-Waka” de Shakira veo a él en mi mente, moviendo sus brazos hacia la izquierda, derecha, abajo, arriba. Me gusta mucho su honradez, su sencillez, la facilidad de hablar con él, de reírse de cualquier cosa y al mismo tiempo crítica, piensa, se da cuenta de lo que está pasando. Alguien que también se rió mucho (de mi ataque de risa) es Wilson, hasta que Carlos dijera “ya” y ya se acabó la risa, por lo menos la mía. Lo emborrachemos en una fiesta de sorpresa. Mauro que tiene el mejor carro de toda Colombia con el mejor sistema de música, además de lo material es un hombre con un gran corazón, siempre que lo he visto fuera amable, quería ayudar, es responsable, se recuerde de no tomar cuando maneje;) Ariel, que a veces es demasiado chistoso sin darse cuenta. Lucho, el primer colombiano a quien pegué (durísimo) porque era su sueño (no el mío). Michel quien marqué por toda su vida, ahora lleva una herida de una alemana loca que todavía se siente muy culpable, y lo siente mucho, deberías rasgarme también, aparte de eso lo pasamos bien, no te parece? Ya no necesita hacerse un tatuaje, lo que tiene es algo mucho más especial.
Con Jonathan intenté mejorar mi oreja para la música, es que si me encanta la música mas nunca puedo decir que canción está sonando, ni de cual artista es. En fin nunca éramos capaces de intercambiar toda nuestra música pero un montón más que mucha gente quiere trasmitir por la música. Fueron encuentros raros y bonitos al mismo tiempo.
Todavía falta... A pensar. Las dos alemanas que conocí en la universidad. Nos fuimos de viaje varias veces, sea el Amazonas para nadar con las piranhas o pasar una noche en la selva escuchando a un animal gigante que resultó que era nuestra acompañante australiana Steph – roncando. Con Prisca me fui al Carnaval de Barranquilla donde nos echamos harina y espuma por todo lado, bailamos con desconocidos, nos embriagamos con Whiskey y sobre todo tuvimos un muy bien tiempo gracias a Andrea y Tonny. Ellos nos recibieron como amigos sin saber en que se metieron, al principio era un poco difícil de entender a Tonny pero no fue mucho y nos podíamos comunicar sin ningunos problemas. Andrea os cocinó todos los días, se fue con nosotros a mostrarnos la locura del carnaval.
Con Franziska (que no parece alemana, ya lo sabemos) me fui a la Guajira, el lugar que me impresionó más de Colombia, me encantaría quedarme un poco más tiempo allá en la nada. Con Franzi tuve muchas conversaciones, se volvió muy buena amiga y espero que en unos días nos podamos ver para seguir hablando sobre todo y todos. Los sábados de ir a almorzar juntas me quedan conscientes, la última caminata hacia la casa de Nina. Nos acompañó a nuestro viaje Tobias, un amigo que conozco hace más de diez anos, pero últimamente siempre nos hemos pasado. Él estuvo en otro lugar que yo, después de tres anos logramos vernos en Colombia, hablamos mucho, perdimos el tiempo juntos, nos fuimos al teatro, o sea recuperamos muuuuuuuuuuuucho tiempo en conversaciones que normalmente tengo con mis amigas, durante las noches sin sueno.
Mi compañero de piso me aguantó un resto, a mi y mis peculiaridades, no solamente de mi manera de ser, sino también me encanta escuchar música de alto volumen, estar con amigos, compartir con ellos lo que tengo. Nunca peleamos, estuvo una vida bien tranquila, sin problemas. Gracias al caleño Bastian...
Ya casi... Ronald, nuestra amistad empezó hace poco pero tengo tu flor en mi cabeza. Me encantó nuestra caminata bajo la lluvia, un día lo hacemos otra vez pero esta vez tengas tu cámara... Me sigues contando como te va en las situaciones difíciles.
Ahora hay que decir gracias a la persona más importante durante mi estadía. Ya es difícil que es por lo menos medio año sin ver a Kike. Vas a morirte del frío acá en Alemania. Empezamos a conocernos durante el tiempo y todavía nos falta mucho para conocer, para aprender, para vivir. Tantas cosas pendientes. Ya compartimos muchos momentos muy especiales y van a ser más cuando nos volvamos a ver. Muchas gracias por dejarme entrar a tu casa, para poder dejar mis huellas en la casa, en ti. Muchas gracias a tu familia, a Yolanda, a Jorge, a Julian y obviamente a Utría, la primera perra que toqué en toda mi vida.
Eso es que quería decir, quería decirles mucho más que no puedo expresar con palabras, ya casi estoy muda como no me siento cómoda hablando alemán, tampoco tengo a nadie acá con quien podría hablar español, ni conozco a nadie que tuvo la oportunidad de vivir lo que vivía yo. Cambié, disfruté, aprendí y espero que no me olviden. Volveré. Y necesito a todos ustedes.
Muchas gracias por aguantarme.
Montag, 21. Juni 2010
El tiempo está corriendo…
Ich würde so gerne noch ein bisschen mehr Zeit haben
Kann mal jemand bitte die Zeit anhalten? Es ist so verdammt schwierig sich verabschieden zu müssen. Und ich will es auch nicht müssen. Nur der Gedanke, dass ich in neun Monaten möglicherweise wieder hier sein werde, tröstet mich ein wenig.
Ich werde ein wunderschönes Land mit ganz vielen wunderbaren Menschen zurücklassen müssen. Aber keine Angst, ein wenig Vorfreude auf das gute alte Deutschland ist auch mit dabei, noch verstehe ich es eben nicht ganz, dass es sehr bald zurück in bekannte (mir mittlerweile recht unbekannte) Gefilde geht. Das beste ist wohl nicht allzu viel darüber nachzudenken, sondern alles, was geht, mitzunehmen.
Da die Augenblicke nur so vorbeifliegen, gibt es auch in diesem Beitrag nur augenblickliche Einsichten.
Dienstag: Sonnebrand plagt mich, meine Schultern tun noch immer weh. Die oberste Hautschicht löst sich bereits, doch bei dieser wird es nicht bleiben. Wäsche waschen. Einkaufen. Alltag und doch bald kein Alltag mehr. Handy vergessen bei Kike, und das, obwohl ich es in den letzten Tagen doch brauche, um alles zu organisieren, sich an Treffpunkten zu finden. Wie kann man nur jemals ohne Handy überlebt haben. Man kann. Dank der vielen Straßenverkäufer, die auch Gespräche verkaufen. Und nicht ganz dumm ist es ebenfalls, Handynummern aufzuschreiben, auf Papier, also ganz analog.
Treffen mit einem Freund, den ich seit acht Monaten nicht gesehen habe. Erst in einem Café, dann Kneipe, dann Wohnung. Auch ein anderer Freund, den ich lange Zeit nicht gesehen habe, schaut spät abends noch vorbei. Ein Fingerschnipsen und der Tag ist um.
Mittwoch: Ruhe. Zumindest äußerlich, innerlich wird es immer schlimmer. Wirklich wahrhaben kann ich es noch immer nicht. Mir bleibt nicht mehr viel Zeit hier. Aber das will nicht in meinen Kopf hinein. Wird es wohl auch nicht. Deutschland wird mir wie ein Traum vorkommen. Ob es ein guter sein wird, wer weiß.
Donnerstag: Ein typischer Donnerstag. Treffen mit Eduardo. Die Gespräche sind lang, aber einseitig, ich kann ihm nicht wirklich folgen, immer wieder schweifen meine Gedanken ab, ich versuche es ernsthaft. Aber es geht nicht. Ich habe das Gefühl, mein Kopf explodiere jeden Augenblick. Einatmen, ausatmen. Transmilenio. Zur Nacional. Die Dämmerung bricht hinein. Treffen mit Kike. Endlich wieder in der modernen Welt mit Handy und dem ganzen Stress und ständigem Erreichbarsein.
Freitag: Das allererste Fußballspiel, das ich mir anschauen werde. Oder auch nicht. Der Plan war es etwas bei einer Freundin abzuholen. Rauf aufs Rad, die Sonne scheint. Den Menschen ausweichen. Ich werde beinahe von einem Straßenhund in die entblößte Wade gebissen. Das Spiel hat schon begonnen. Die beiden Jungs machen fleißig typische Geräusche und Gesten. Nina und ich unterhalten uns lieber über die vergangenen Tage und Reisen. Bei Spielabpfiff muss ich auch schon wieder nach Hause. Verabredung mit meinen beiden ehemaligen Mitbewohnerinnen. Caro und Caro. Seit Weihnachten haben wir es nicht geschafft uns zu treffen. Doch noch ein letztes Mal. Und immer fühlt es sich noch nicht wie Abschiednehmen an.
Samstag: Einladung zur Fundación Mano Latente. Im Süden. Gute Freunde haben diese Stiftung gegründet. Sie helfen Kindern, Kindern aus Vierteln Bogotás, in denen es noch immer Holzhütten gibt. Manche von ihnen sind Müllsammler. Andere haben ein recht stabiles zu Hause und zumindest ein vernünftiges Dach überm Kopf. In einer Schule haben sie jeden Samstag einen Raum zur Verfügung. Es wird gelernt zu lernen und vor allem werden Grundwerte vermittelt, das wichtigste hier: dem Gegenüber Respekt zollen, Toleranz zeigen, Neugierde entwickeln. Und das sind sie. Etwa 40 Kinder im Alter von fünf bis zwölf. Eine Deutsche zu Besuch, das gab es noch nie. Ein Land fern jeglicher ihrer Vorstellungen oder Realitäten. Sie fragen mir Löcher in den Bauch. Ganz aufgeregt schnellen immer wieder die Hände in die Höhe.
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Ob es Kleidung in Deutschland gibt, und Fahrräder und Helikopter, ob es genauso viele Kinder wie in Kolumbien gibt, ob die auch in die Schule gehen dürfen. Ob es anders ist in Deutschland, was Jahreszeiten sind, warum es dort schon sechs Stunden im Voraus ist, wie das bekannteste Museum heißt, wie sich Schnee anfühlt… Fragen über Fragen, die ich nach bestem Wissen fleißig beantworte. Mir geht das Herz auf, ich habe ganz vergessen, wie wunderbar es ist mit Kindern zu arbeiten. Meine Rückkehr wird wohl auch mit sozialem Engagement zu tun haben. Vielleicht Englisch-Unterricht. Danach gehe ich mit den vier Jungs, die den Kern von Mano Latente gründen, Mittagessen. Es wird viel gelacht, auf einen Kaffee zu Ariel. Musik. Wakawaka. Und nach ein paar Minuten stehen wir zu viert da und imitieren Shakiras Tanzstil. Wenn schon nicht die kolumbianische Fußballmannschaft bei der Weltmeisterschaft dabei sein kann, dann zumindest eine der bekanntesten Sängerinnen Kolumbiens.
Sonntag: Ein ruhiger Sonntag bei Kike. Pizza-Teig („Piksa“ ausgesprochen) gemacht für den nächsten Tag. Malen. Reden. Auf Kikes Bett liegen, in die Ferne starren. Weit, weit weg. Situationen tauchen vor mir auf, Erinnerungen werden wach, nicht nur an die erste Zeit in Kolumbien, sondern auch an Kleinigkeiten in Deutschland, das hektische Überqueren der Straßenbahngleisen in Köln zum Beispiel.
Montag: Piksa und Busfahren. Aufwachen und kurz nicht wissen, wo ich bin. Die Orientierung verlieren. Große Lust haben einfach zu weinen. Aber keine einzige Träne kommt heraus aus mir. Die Busfahrt nach Hause ist einsam. Die Caracas ist einsam und verlassen, das erste mal fühle ich mich unwohl, als ob jeden Moment etwas Schlimmes passieren könnte. Doch es passiert nichts. Das Apartment ist ruhig. Mein Herzschlag beruhigt sich ebenfalls.
Dienstag: Früh aufstehen. Der Tag wird lang. Zum El Espectador. Mir fehlt noch ein wichtiges Interview mit der Chefin der Kultursparte. Sara empfängt mich. Wir reden und reden. Danach nehme ich mir noch das Zeitungsarchiv vor, vergleiche Kultursparten in verschiedenen Epochen, mache Fotos. Treffe mich dann mit Kike, diesmal habe ich meinen Tageskalender vergessen. Gemeinsames Mittagessen. Es schüttet. Der Regenschirm ist natürlich wohlbehalten zu Hause geblieben. Dann steige ich in den Bus zum Flughafen. Nicht um mir meinen Abschied besser vorstellen zu können, nein, ich kriege Besuch. Jana kommt. Aus Nicaragua. Mit anderen Augen gesehen, wird einem erst wieder bewusst, wie groß Bogotá eigentlich ist. Und wie anders. Abends ins noblere Viertel, das erste mal hier, dass ich Shisha rauche. Lange ist’s her.
Mittwoch: Ausschlafen, ankommen. In das Zentrum. Zu Fuß über die Septima. Zum Plaza Bolívar, durch die Candelaria, alte kleine Gässchen sehen, ein bisschen antikes Bogotá. Ich muss noch ein Interview machen mit einer Anthropologin, lasse Jana ein wenig alleine durch die große Stadt ziehen. Treffe mich mit Eduardo. Der später Jana viel über die Geschichte, Architektur, Mentalität Kolumbiens erzählt. Einmal noch in unsere Stammkneipe. Sich bereits von allem verabschieden. Von jedem Riss in der Wand, den plastischen Wolken am Himmel, dem zum Ritual gewordenen Donnerstag, so langsam könnte man meinen einen Hauch von Abschied in der Luft zu schmecken. Abends zu Nina, zusammen mit Eduardo und Jana.
Donnerstag: Nach einer fast schlaflosen Nacht (so wie die letzten fünf Tage) zu Nina, zur Nacional, mich verabschieden, von dem Ort, an dem ich in einem Jahr vielleicht studieren werde. Die Pläne konkretisieren sich. Eine Rückkehr ist nicht ausgeschlossen und das gibt mir ein wenig Kraft dieses Land zu verlassen. Letzte Einkäufe erledigen. Bloß niemanden vergessen. Dann in den Norden. Treffen mit Luisa. Einladung zum Muffin-Essen. Weiße Schokolade mit Macadamia-Nüssen. Abends Video-Abend bei Steffi. Und trotzdem von Abschiedsgefühlen keine Spur.
Freitag: Aufräumen. Sauber machen. Heute Abend ist Abschiedsparty. Möbel rücken. Gemüse schnippeln. Es gibt nur gesunde Kleinigkeiten, keine Chips. Zusammen mit Nina geben wir unsere gemeinsame Party. Auch wenn Nina die Zusage zum Master bekommen hat und in einem Monat wieder in Kolumbien ist. Heute ist ley seca, ab sechs Uhr abends kann man keinen Alkohol mehr kaufen, also machen wir uns zu dritt auf und kaufen zwei Kisten Bier. Ziehen durch die Straßen. Drei Mädels, zwei Kisten Bier. Viele Kommentare, verschmitztes Grinsen. Die letzte Fete kann beginnen. Und wir genießen sie. Viele Menschen, die gekommen sind um auf Wiedersehen zu sagen.
Kann mal jemand bitte die Zeit anhalten? Es ist so verdammt schwierig sich verabschieden zu müssen. Und ich will es auch nicht müssen. Nur der Gedanke, dass ich in neun Monaten möglicherweise wieder hier sein werde, tröstet mich ein wenig.
Ich werde ein wunderschönes Land mit ganz vielen wunderbaren Menschen zurücklassen müssen. Aber keine Angst, ein wenig Vorfreude auf das gute alte Deutschland ist auch mit dabei, noch verstehe ich es eben nicht ganz, dass es sehr bald zurück in bekannte (mir mittlerweile recht unbekannte) Gefilde geht. Das beste ist wohl nicht allzu viel darüber nachzudenken, sondern alles, was geht, mitzunehmen.
Da die Augenblicke nur so vorbeifliegen, gibt es auch in diesem Beitrag nur augenblickliche Einsichten.
Dienstag: Sonnebrand plagt mich, meine Schultern tun noch immer weh. Die oberste Hautschicht löst sich bereits, doch bei dieser wird es nicht bleiben. Wäsche waschen. Einkaufen. Alltag und doch bald kein Alltag mehr. Handy vergessen bei Kike, und das, obwohl ich es in den letzten Tagen doch brauche, um alles zu organisieren, sich an Treffpunkten zu finden. Wie kann man nur jemals ohne Handy überlebt haben. Man kann. Dank der vielen Straßenverkäufer, die auch Gespräche verkaufen. Und nicht ganz dumm ist es ebenfalls, Handynummern aufzuschreiben, auf Papier, also ganz analog.
Treffen mit einem Freund, den ich seit acht Monaten nicht gesehen habe. Erst in einem Café, dann Kneipe, dann Wohnung. Auch ein anderer Freund, den ich lange Zeit nicht gesehen habe, schaut spät abends noch vorbei. Ein Fingerschnipsen und der Tag ist um.
Mittwoch: Ruhe. Zumindest äußerlich, innerlich wird es immer schlimmer. Wirklich wahrhaben kann ich es noch immer nicht. Mir bleibt nicht mehr viel Zeit hier. Aber das will nicht in meinen Kopf hinein. Wird es wohl auch nicht. Deutschland wird mir wie ein Traum vorkommen. Ob es ein guter sein wird, wer weiß.
Donnerstag: Ein typischer Donnerstag. Treffen mit Eduardo. Die Gespräche sind lang, aber einseitig, ich kann ihm nicht wirklich folgen, immer wieder schweifen meine Gedanken ab, ich versuche es ernsthaft. Aber es geht nicht. Ich habe das Gefühl, mein Kopf explodiere jeden Augenblick. Einatmen, ausatmen. Transmilenio. Zur Nacional. Die Dämmerung bricht hinein. Treffen mit Kike. Endlich wieder in der modernen Welt mit Handy und dem ganzen Stress und ständigem Erreichbarsein.
Freitag: Das allererste Fußballspiel, das ich mir anschauen werde. Oder auch nicht. Der Plan war es etwas bei einer Freundin abzuholen. Rauf aufs Rad, die Sonne scheint. Den Menschen ausweichen. Ich werde beinahe von einem Straßenhund in die entblößte Wade gebissen. Das Spiel hat schon begonnen. Die beiden Jungs machen fleißig typische Geräusche und Gesten. Nina und ich unterhalten uns lieber über die vergangenen Tage und Reisen. Bei Spielabpfiff muss ich auch schon wieder nach Hause. Verabredung mit meinen beiden ehemaligen Mitbewohnerinnen. Caro und Caro. Seit Weihnachten haben wir es nicht geschafft uns zu treffen. Doch noch ein letztes Mal. Und immer fühlt es sich noch nicht wie Abschiednehmen an.
Samstag: Einladung zur Fundación Mano Latente. Im Süden. Gute Freunde haben diese Stiftung gegründet. Sie helfen Kindern, Kindern aus Vierteln Bogotás, in denen es noch immer Holzhütten gibt. Manche von ihnen sind Müllsammler. Andere haben ein recht stabiles zu Hause und zumindest ein vernünftiges Dach überm Kopf. In einer Schule haben sie jeden Samstag einen Raum zur Verfügung. Es wird gelernt zu lernen und vor allem werden Grundwerte vermittelt, das wichtigste hier: dem Gegenüber Respekt zollen, Toleranz zeigen, Neugierde entwickeln. Und das sind sie. Etwa 40 Kinder im Alter von fünf bis zwölf. Eine Deutsche zu Besuch, das gab es noch nie. Ein Land fern jeglicher ihrer Vorstellungen oder Realitäten. Sie fragen mir Löcher in den Bauch. Ganz aufgeregt schnellen immer wieder die Hände in die Höhe.
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Ob es Kleidung in Deutschland gibt, und Fahrräder und Helikopter, ob es genauso viele Kinder wie in Kolumbien gibt, ob die auch in die Schule gehen dürfen. Ob es anders ist in Deutschland, was Jahreszeiten sind, warum es dort schon sechs Stunden im Voraus ist, wie das bekannteste Museum heißt, wie sich Schnee anfühlt… Fragen über Fragen, die ich nach bestem Wissen fleißig beantworte. Mir geht das Herz auf, ich habe ganz vergessen, wie wunderbar es ist mit Kindern zu arbeiten. Meine Rückkehr wird wohl auch mit sozialem Engagement zu tun haben. Vielleicht Englisch-Unterricht. Danach gehe ich mit den vier Jungs, die den Kern von Mano Latente gründen, Mittagessen. Es wird viel gelacht, auf einen Kaffee zu Ariel. Musik. Wakawaka. Und nach ein paar Minuten stehen wir zu viert da und imitieren Shakiras Tanzstil. Wenn schon nicht die kolumbianische Fußballmannschaft bei der Weltmeisterschaft dabei sein kann, dann zumindest eine der bekanntesten Sängerinnen Kolumbiens.
Sonntag: Ein ruhiger Sonntag bei Kike. Pizza-Teig („Piksa“ ausgesprochen) gemacht für den nächsten Tag. Malen. Reden. Auf Kikes Bett liegen, in die Ferne starren. Weit, weit weg. Situationen tauchen vor mir auf, Erinnerungen werden wach, nicht nur an die erste Zeit in Kolumbien, sondern auch an Kleinigkeiten in Deutschland, das hektische Überqueren der Straßenbahngleisen in Köln zum Beispiel.
Montag: Piksa und Busfahren. Aufwachen und kurz nicht wissen, wo ich bin. Die Orientierung verlieren. Große Lust haben einfach zu weinen. Aber keine einzige Träne kommt heraus aus mir. Die Busfahrt nach Hause ist einsam. Die Caracas ist einsam und verlassen, das erste mal fühle ich mich unwohl, als ob jeden Moment etwas Schlimmes passieren könnte. Doch es passiert nichts. Das Apartment ist ruhig. Mein Herzschlag beruhigt sich ebenfalls.
Dienstag: Früh aufstehen. Der Tag wird lang. Zum El Espectador. Mir fehlt noch ein wichtiges Interview mit der Chefin der Kultursparte. Sara empfängt mich. Wir reden und reden. Danach nehme ich mir noch das Zeitungsarchiv vor, vergleiche Kultursparten in verschiedenen Epochen, mache Fotos. Treffe mich dann mit Kike, diesmal habe ich meinen Tageskalender vergessen. Gemeinsames Mittagessen. Es schüttet. Der Regenschirm ist natürlich wohlbehalten zu Hause geblieben. Dann steige ich in den Bus zum Flughafen. Nicht um mir meinen Abschied besser vorstellen zu können, nein, ich kriege Besuch. Jana kommt. Aus Nicaragua. Mit anderen Augen gesehen, wird einem erst wieder bewusst, wie groß Bogotá eigentlich ist. Und wie anders. Abends ins noblere Viertel, das erste mal hier, dass ich Shisha rauche. Lange ist’s her.
Mittwoch: Ausschlafen, ankommen. In das Zentrum. Zu Fuß über die Septima. Zum Plaza Bolívar, durch die Candelaria, alte kleine Gässchen sehen, ein bisschen antikes Bogotá. Ich muss noch ein Interview machen mit einer Anthropologin, lasse Jana ein wenig alleine durch die große Stadt ziehen. Treffe mich mit Eduardo. Der später Jana viel über die Geschichte, Architektur, Mentalität Kolumbiens erzählt. Einmal noch in unsere Stammkneipe. Sich bereits von allem verabschieden. Von jedem Riss in der Wand, den plastischen Wolken am Himmel, dem zum Ritual gewordenen Donnerstag, so langsam könnte man meinen einen Hauch von Abschied in der Luft zu schmecken. Abends zu Nina, zusammen mit Eduardo und Jana.
Donnerstag: Nach einer fast schlaflosen Nacht (so wie die letzten fünf Tage) zu Nina, zur Nacional, mich verabschieden, von dem Ort, an dem ich in einem Jahr vielleicht studieren werde. Die Pläne konkretisieren sich. Eine Rückkehr ist nicht ausgeschlossen und das gibt mir ein wenig Kraft dieses Land zu verlassen. Letzte Einkäufe erledigen. Bloß niemanden vergessen. Dann in den Norden. Treffen mit Luisa. Einladung zum Muffin-Essen. Weiße Schokolade mit Macadamia-Nüssen. Abends Video-Abend bei Steffi. Und trotzdem von Abschiedsgefühlen keine Spur.
Freitag: Aufräumen. Sauber machen. Heute Abend ist Abschiedsparty. Möbel rücken. Gemüse schnippeln. Es gibt nur gesunde Kleinigkeiten, keine Chips. Zusammen mit Nina geben wir unsere gemeinsame Party. Auch wenn Nina die Zusage zum Master bekommen hat und in einem Monat wieder in Kolumbien ist. Heute ist ley seca, ab sechs Uhr abends kann man keinen Alkohol mehr kaufen, also machen wir uns zu dritt auf und kaufen zwei Kisten Bier. Ziehen durch die Straßen. Drei Mädels, zwei Kisten Bier. Viele Kommentare, verschmitztes Grinsen. Die letzte Fete kann beginnen. Und wir genießen sie. Viele Menschen, die gekommen sind um auf Wiedersehen zu sagen.
Samstag, 12. Juni 2010
Lagosol o una quemadura fuerte
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Eine letzte kurze Reise
Was als Schnapsidee – oder eher Biermarathonidee – begann, resultierte in einem sonnigen feuchtfröhlichen Wochenende ohne Marathon wenige Stunden entfernt von der Hauptstadt, die noch immer von grauen Wolken und niedrigen Temperaturen dominiert wird. Am Freitagabend fahre ich zunächst in einem kleinen colectivo in den Süden, habe dabei etwas Angst, weil der Bus eine ganz andere Route einschlägt als gewohnt. Irgendwie komme ich dann aber doch an. Ich bin schon ein bisschen zu spät, aber Enrique hat noch nichtmal gepackt. So schwierig ist es nicht, schließlich geht’s ab in Richtung Sonne und damit verbunden: Hitze. Zwölf ganz unterschiedliche Menschen treffen sich im Viertel. Zwei Autos. Und viel Bier. Nach ein paar Zwischenstopps fahren wir in die blaue Nacht hinein. Hier ein Halt und dort ein Halt. Kurvige Straßen. Stau. All das führt dazu, dass wir erst gegen halb zwei Uhr nachts ankommen in dem Ferienzentrum „Lagosol“, nah bei Girardot und Melgar. Obwohl es schon so spät oder auch früh ist, erschlägt uns die Hitze. Die Schwimmbecken sind allerdings schon lange geschlossen. Es bleibt uns nichts anderes übrig als die Ventilatoren anzuschmeißen und darauf zu hoffen, dass die Nacht doch noch ein wenig Kälte mit sich bringt. Auf den Terrassen lassen wir uns nieder bis uns die Äuglein zufallen und wir uns vor Müdigkeit beinahe auf allen Vieren in die Betten begeben. Irgendjemand hat klugerweise den Wecker gestellt und nach nur wenigen Stunden Schlaf werden wir von lautem Türgehämmere geweckt. Zeit fürs Frühstück. Das mit dem vegetarischen Essen scheint zunächst etwas kompliziert, denn selbst das Rührei ist mir Schinken gespickt. Doch ist es kein Problem ein paar Dinge zu ändern am Menü. Ich muss sogar nichtmal mehr anstehen so wie der Rest der Truppe und mit dem pinkfarbenen Bändchen ums Handgelenk mein Essen entgegennehmen. Sehr seltsam. Das ganze erinnert stark an Hotelurlaub, den ich nie erfahren musste oder auch an absichtlich verpasste Abschluss-Fahrten. Die gesamte Parkanlage ist adrett hergerichtet, es gibt einen kleinen See, auf dem man sich tretbootfahrenderweise die Nase verbrennen kann, Schwimmbecken, ziemlich viele, ziemlich flache, ein Spielsalon mit Billard, Tischtennis, rana und noch so einigem mehr. Gegen neun Uhr morgens schwitzen wir schon so sehr, dass wir uns dringend ins kühle Nass schmeißen müssen. Wir kapern eines der vielen Becken mit viel Geschrei und Gespritze. Auch sonst fallen wir während unseres Aufenthalts ein wenig auf, den größtenteils genießen hier Familien das verlängerte Wochenende, Montag ist mal wieder Feiertag. Wir hechten von Schwimmbecken zu Schwimmbecken (übrigens sind Badekappen auch hier Pflicht), verschrecken ein paar Kinder als wir uns die Rutsche runterschlittern lassen bis wir rausgepfiffen werden.
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Die Bademeister als Spaßverderber, dabei sind wir ganz vorsichtig und belästigen auch niemanden. Später liefern wir uns eine Wasserballschlacht und dann gibt es auch schon Mittagessen. Tische werden gerückt. Eine große Tafel für uns alle. Gesättigt treibt sich die Meute im Spielsaal rum, Schatten, denn die Sonne brennt erbarmungslos auf uns nieder. Ich gewinne haushoch gegen Enrique beim Tischtennis – lange ist’s her, aber es gab Zeiten, da stand eine Tischtennisplatte bei uns im Keller und das hat sich gelohnt. Der Rest spielt Billard oder rana. Enrique und ich beschließen uns mit dem Tretboot auf den See zu begeben – geschätzte Tiefe ein halber Meter und trotzdem müssen wir Schwimmwesten anlegen. Nun denn. Wir strampeln fleißig und merken gleichzeitig wie die Sonne sich in unser Fleisch brennt trotz Sonneschutzfaktor 50.
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Eine kurze Pause im Schatten, den Libellen und bunten Schmetterlingen beim Flattern zusehen und mit ein paar Lenkschwierigkeiten zurück zum Ufer.
Es gibt sogar jeden Tag ein reichhaltiges Programm, Fußballturniere, Aquaerobic und einen Entspannungskurs, den einige von uns mitmachen. Atemtechniken, autogenes Training, Dehnungsübungen, ein bunter Mix aus allem vermischt mit typischem Entspannungstirili und abgedunkeltem Raum. Nach anderthalb Stunden sind unsere bereits jetzt schon sonnengeplagten Körper entspannt. Ziel des Wochenendes erreicht. Die anderen treffen wir in unseren Apartments, sie haben bereits die Tassen gehoben und sind leicht angeheitert. Auch wenn es so scheint, als ob ich in letzter Zeit öfters mal feiere, ich widme mich auch ernsthaften Dingen und arbeite bereits fleißig an meiner BA-Arbeit oder besuche Lesungen mit nationalen Autoren oder oder oder. Gleichzeitig muss jeder mir noch bleibende Tag ausgekostet werden und wenn das nun mal feiern bedeutet, gerne doch. Nach dem leckeren Abendessen fahren ein paar von uns nach Melgar, um alkoholischen Nachschub zu besorgen, denn der ist relativ teuer in unserer Wochenendbleibe. Wir warten und warten und warten und nciken auch schon mal weg unter dem Ventilatorgebläse. Als alle da sind, fällt unser Plan ins Wasser, denn wir wollten eigentlich de Abend im Whirlpool verbringen, doch die sind schon geschlossen. Da müssen wir wohl oder übel Billard spielen, denn selbst die Fete, die gegen neun Uhr begonnen hat, hält sich in Grenzen, was den Spaßfaktor angeht. Carolina, eine der beiden Zwillingsschwestern, und ich suchen nach einem einigermaßen funktionierenden Kicker, was alles andere als einfach ist, die Spieler sind entweder kopflos, verdreht, nicht vorhanden oder sehr träge. Nichts desto trotz geben wir uns eine Partie deutschen Kneipen-Nationalsport und niemand muss kriechen. Perfekt. Dabei wird Wasser getrunken, natürlich verantwortungsbewusst wie wir sind, haben wir Flüssigkeit gegen Flüssigkeit getauscht und nun umso mehr Spaß. Die Jukebox haben wir auch ausgetrickst, es gibt Musikwünsche bis zum Umfallen ohne dafür zahlen zu müssen. Und das tun einige fast. Vor Müdigkeit. Als wir um fünf Uhr morgens in Richtung Betten stolpern. Die Nacht ist wiederum kurz, denn das Frühstück wartet noch immer nicht auf uns. Verschlafen gibt es ein richtig kolumbianisches Mahl – fleischhaltig natürlich. Da freue ich mich bereits auf ein gemütliches Sonntagmorgen-Frühstück auf der Terrasse mit frischen Brötchen, Marmelade, Käse, Kaffee und was sonst noch so dazu gehört.
Danach schmeißen wir uns wieder mit aller Kraft ins Wasser – was kann man auch anderes machen bei der unglaublichen Hitze, allen läuft der Schweiß am Körper herunter…
Arschbomben einigermaßen synchron hinzubekommen ist gar nicht so einfach. Wir versuchen es dennoch bis die Trillerpfeife ertönt und wir aufgefordert werden, es doch bitte zu unterlassen. Den Spaß lassen wir uns nicht nehmen und toben weiter durchs Becken, reichlich unterhaltsam sind die Versuche um die Wette zu schwimmen, denn „tschawuman“ (so betonen Kolumbianer das deutsche „schwimmen“) kann nicht einer von ihnen. Die Versuche, ihnen ein wenig beizubringen scheitern nicht komplett, aber dennoch. Zur Messe wollen wir nicht, also weiter zum Mittagessen.
Später dann sind wir unterwegs nach Girardot, um Familie von Carolina und Lida zu besuchen. Fenster auf, Musik auf(gedreht). Und los. Diesmal sitze ich hinten im „Kofferraum“ zusammen mit Michel (was „Mietschel“ ausgesprochen wird, hat also nichts von dem kleinen süßen blonden schwedischen Jungen zu tun), anschnallen ist so oder so nur für Fahrer und Beifahrer Pflicht und wie viele Personen in einem Auto transportiert werden, ist auch nicht von großer Bedeutung. Tante und Onkel der Zwillingsschwestern besitzen einen kleinen Laden und wir lassen uns großzügig mit Getränken bewirten, die Musik wummert weiterhin, die Nachbarn, die gegenüber in ihren Schaukelstühlen hin- und herwippen, sehen uns schmunzelnd zu. Ein kleiner Junge kommt auf seinem winzigen quietschgrünen Fahrrad angeradelt und kauft sich für ein bisschen zusammengespartes Münzgeld eine Cola. Wir tanzen und reden und haben unseren Spaß, vergessen Kälte und Alltag Bogotas.
Die Sonne ist bereits untergegangen, wir wollen zurück, doch es gibt Startschwierigkeiten, so verzögert sich unsere Rückfahrt und wir kommen recht spät zum Essen. Zurück in den Apartments fallen einige in einen komatösen Schlaf, aber wir Mädels nutzen die Gelegenheit und reservieren zwei Whirlpools. Wer nicht kommt, hat Pech, umso besser, mehr Platz für uns. Der Himmel ist sternenklar und es blubbert nur so vor sich hin. Abkühlung für den Sonnenbrand, trotz der vielen Sonnencreme haben sich die meisten von uns in nur zwei Tagen dermaßen verbrannt, ich ebenso. Meine Schultern ertragen es nicht jegliche Last zu tragen, selbst die Handtasche muss ich mit Händen tragen. Aber besser als zu bibbern. Diese Nacht ist glücklicherweise etwas länger, vor Erschöpfung und Hitze fallen wir in einen tiefen, tiefen Dornröschenschlaf. Und morgens wieder ähnliches Programm: frühstück, Schwimmbecken. Diesmal unterhalten wir unsere Miturlauber mit unseren lustigen Spielchen. Um die Wette schwimmen, tauchen, durch die Beine der anderen tauchen usw.
Dann ist das verlängerte Wochenende auch schon vorbei. Zimmer aufräumen, Sachen packen, ein letztes Mittagessen und dann fliehen wir vor der Hitze. Heute scheint die Sonne noch unerträglicher, schnell in die Autos, in denen man sich wie in der Sauna fühlt, aber besser als sich noch stärker zu verbrennen.
Fracasos políticos por todo lado
Von Demokratien und Scheindemokratien
Dieser Eintrag ist ein kurzer, aber sehr wichtiger. Auch ist er im Nachhinein geschrieben, aber das soll ihm nichts von seiner Wichtigkeit nehmen. Ich schreibe diesen Blog zwar hauptsächlich, um euch die schönen Seiten Kolumbiens näher zu bringen, aber nichts desto trotz muss auch die traurige Realität mal benannt werden. Und da kommt man um das Thema Politik nicht vorbei.
Es scheint zwar auch in Deutschland eine Menge zu passieren, sei es der Rücktritt Köhlers und darauffolgende unverständliche Kandidatenvorschläge, wie zum Beispiel der unserer achso volksnahen Frau Ministerin von der Leyen, die immer noch nicht abgeschlossenen Koalitionsverhandlungen in Nordrhein-Westfahlen, die für uns (Wahl-)Kölner die Abschaffung der Studiengebühren bedeuten könnten, oder die Verabschiedung des millionenschweren Sparpakets, welches wiederum die Besserverdiener gutstellt, der Vertrauensverlust in unsere Kanzlerin und ihre Regierung, der mich daran zweifeln lässt, ob es wirklich so weitergehen kann. Es passiert also eine Menge. Im Gegensatz zu Kolumbien. Eigentlich geschieht eine Menge, aber nichts führt zu Veränderungen, nur zu Verschlechterung und Enttäuschung.
Die grüne Welle scheint verebbt. Zumindest, wenn man die Wahlergebnisse betrachtet. Es war ein schöner Sonntag, zuerst bin ich mit dem Rad in den Süden gefahren bei herrlichem Sonnenschein, doch langsam aber sicher zog es sich zu, immer grauer und grauer wurde der Himmel. So wie auch die Aussicht auf die politische Zukunft Kolumbiens. Denn aus dem prognostizierten Kopf-an-Kopf-Rennen wurde ein haushoher Sieg für Santos. Er hat nur knapp die absolute Mehrheit verfehlt, die er benötigt hätte, um auf einen Schlag Präsident zu werden. Nun wird ohne sonderlich große Spannung der 20.Juni abgewartet, an dem es zur Stichwahl zwischen Mockus und Santos kommen wird. Das Ergebnis steht jedoch bereits fest. Die Politik Kolumbiens wird sich leider einmal mehr auf die Bekämpfung des „Terrors“ stützen, die Spanne zwischen arm und reich vergrößern, die Bildung außer Acht lassen, der Korruption freien Lauf lassen… Und es scheint so als sei es mal wieder nicht mit rechten Dingen zugegangen bei den Wahlen in der angeblich ältesten Demokratie Lateinamerikas. Viele Stimmen wurden gekauft, Tote und Verschwundene haben gewählt, ebenso Menschen ohne gültigen Ausweis und das Unfassbare: Bei den Auszählungen der Stimmen wurden einfach die Kreuze vertauscht. Und doch passiert nicht viel. Niemand tut etwas dagegen. Die Bewegung im Internet geht weiter. Präsidentschafts-Debatten im Fernsehen. Wahlkampagnen und doch weiß jeder, dass Mockus nur ein Hoffnungsschimmer am fernen Horizont war, der bereits am Verbleichen ist. Aufgrund von Missinterpretationen der gegnerischen Partei wurden ihm oft die Worte im Mund umgedreht, der größte Skandal war wohl als Mockus sich dazu bekannt hat Atheist zu sein. In einem so gläubigen Land wie Kolumbien fatal, denn die Trennung zwischen Staat und Kirche ist fast nicht vorhanden. Natürlich wäre auch der Kandidat der Grünen Partei nicht der beste Präsident, er ist sehr neoliberal eingestellt, und gerade hier muss man vorsichtig sein mit der Politik. Aber besser, umso vieles besser als ein Präsident, der sich selbst widerspricht und verspricht gegen Korruption vorzugehen, die erste Person, die er da anprangern müsste, wäre wohl er selbst.
Viele der jungen Wähler können es noch immer nicht glauben, viele sagen, dass es ohne Hilfe von außerhalb niemals Veränderung geben wird, so langsam glaube ich es auch. Wir haben uns zu sehr auf den guten Willen vieler verlassen und haben dabei vergessen, dass wir in Kolumbien sind. Ein Land, ein wunderschönes Land mit so viel Potential, das noch immer von einer kleinen korrupten Oberschicht regiert wird. Jahr für Jahr verschwinden Menschen, die Zahl der Binnenflüchtlinge ist immens hoch, der Konflikt innerhalb des Landes und der verschiedenen Gruppen – FARC, Paramilitär, Militär, Regierung – ist unüberschaubar und hat an Boden verloren. Meinungsfreiheit existiert so gut wie nicht, con Pressefreiheit ganz zu schweigen, es ist nicht einmal Zensur, vielmehr Auto-Zensur aus Angst den nächsten Morgen aufgrund eines einzigen „falschen“ Satzes nicht zu erleben. Es ist traurig. Traurig mit ansehen zu müssen, dass ein Land, das so viel schaffen könnte, scheinbar niemals aus dem Sog herauskommen wird.
Und doch gebe ich die Hoffnung nicht auf, dass man die Hoffnung hier nicht aufgibt. Man kann wunderbar hier leben und doch die Vorurteile, die gegen dieses Land stehen und nicht unbegründet sind, bestimmen das Leben oftmals. Die eigene Realität ist nicht so schlimm, denn vieles bekommt man selbst nicht mit… Und vielleicht schaffen wir es in naher Zukunft Veränderungen herbei zu führen.
Dieser Eintrag ist ein kurzer, aber sehr wichtiger. Auch ist er im Nachhinein geschrieben, aber das soll ihm nichts von seiner Wichtigkeit nehmen. Ich schreibe diesen Blog zwar hauptsächlich, um euch die schönen Seiten Kolumbiens näher zu bringen, aber nichts desto trotz muss auch die traurige Realität mal benannt werden. Und da kommt man um das Thema Politik nicht vorbei.
Es scheint zwar auch in Deutschland eine Menge zu passieren, sei es der Rücktritt Köhlers und darauffolgende unverständliche Kandidatenvorschläge, wie zum Beispiel der unserer achso volksnahen Frau Ministerin von der Leyen, die immer noch nicht abgeschlossenen Koalitionsverhandlungen in Nordrhein-Westfahlen, die für uns (Wahl-)Kölner die Abschaffung der Studiengebühren bedeuten könnten, oder die Verabschiedung des millionenschweren Sparpakets, welches wiederum die Besserverdiener gutstellt, der Vertrauensverlust in unsere Kanzlerin und ihre Regierung, der mich daran zweifeln lässt, ob es wirklich so weitergehen kann. Es passiert also eine Menge. Im Gegensatz zu Kolumbien. Eigentlich geschieht eine Menge, aber nichts führt zu Veränderungen, nur zu Verschlechterung und Enttäuschung.
Die grüne Welle scheint verebbt. Zumindest, wenn man die Wahlergebnisse betrachtet. Es war ein schöner Sonntag, zuerst bin ich mit dem Rad in den Süden gefahren bei herrlichem Sonnenschein, doch langsam aber sicher zog es sich zu, immer grauer und grauer wurde der Himmel. So wie auch die Aussicht auf die politische Zukunft Kolumbiens. Denn aus dem prognostizierten Kopf-an-Kopf-Rennen wurde ein haushoher Sieg für Santos. Er hat nur knapp die absolute Mehrheit verfehlt, die er benötigt hätte, um auf einen Schlag Präsident zu werden. Nun wird ohne sonderlich große Spannung der 20.Juni abgewartet, an dem es zur Stichwahl zwischen Mockus und Santos kommen wird. Das Ergebnis steht jedoch bereits fest. Die Politik Kolumbiens wird sich leider einmal mehr auf die Bekämpfung des „Terrors“ stützen, die Spanne zwischen arm und reich vergrößern, die Bildung außer Acht lassen, der Korruption freien Lauf lassen… Und es scheint so als sei es mal wieder nicht mit rechten Dingen zugegangen bei den Wahlen in der angeblich ältesten Demokratie Lateinamerikas. Viele Stimmen wurden gekauft, Tote und Verschwundene haben gewählt, ebenso Menschen ohne gültigen Ausweis und das Unfassbare: Bei den Auszählungen der Stimmen wurden einfach die Kreuze vertauscht. Und doch passiert nicht viel. Niemand tut etwas dagegen. Die Bewegung im Internet geht weiter. Präsidentschafts-Debatten im Fernsehen. Wahlkampagnen und doch weiß jeder, dass Mockus nur ein Hoffnungsschimmer am fernen Horizont war, der bereits am Verbleichen ist. Aufgrund von Missinterpretationen der gegnerischen Partei wurden ihm oft die Worte im Mund umgedreht, der größte Skandal war wohl als Mockus sich dazu bekannt hat Atheist zu sein. In einem so gläubigen Land wie Kolumbien fatal, denn die Trennung zwischen Staat und Kirche ist fast nicht vorhanden. Natürlich wäre auch der Kandidat der Grünen Partei nicht der beste Präsident, er ist sehr neoliberal eingestellt, und gerade hier muss man vorsichtig sein mit der Politik. Aber besser, umso vieles besser als ein Präsident, der sich selbst widerspricht und verspricht gegen Korruption vorzugehen, die erste Person, die er da anprangern müsste, wäre wohl er selbst.
Viele der jungen Wähler können es noch immer nicht glauben, viele sagen, dass es ohne Hilfe von außerhalb niemals Veränderung geben wird, so langsam glaube ich es auch. Wir haben uns zu sehr auf den guten Willen vieler verlassen und haben dabei vergessen, dass wir in Kolumbien sind. Ein Land, ein wunderschönes Land mit so viel Potential, das noch immer von einer kleinen korrupten Oberschicht regiert wird. Jahr für Jahr verschwinden Menschen, die Zahl der Binnenflüchtlinge ist immens hoch, der Konflikt innerhalb des Landes und der verschiedenen Gruppen – FARC, Paramilitär, Militär, Regierung – ist unüberschaubar und hat an Boden verloren. Meinungsfreiheit existiert so gut wie nicht, con Pressefreiheit ganz zu schweigen, es ist nicht einmal Zensur, vielmehr Auto-Zensur aus Angst den nächsten Morgen aufgrund eines einzigen „falschen“ Satzes nicht zu erleben. Es ist traurig. Traurig mit ansehen zu müssen, dass ein Land, das so viel schaffen könnte, scheinbar niemals aus dem Sog herauskommen wird.
Und doch gebe ich die Hoffnung nicht auf, dass man die Hoffnung hier nicht aufgibt. Man kann wunderbar hier leben und doch die Vorurteile, die gegen dieses Land stehen und nicht unbegründet sind, bestimmen das Leben oftmals. Die eigene Realität ist nicht so schlimm, denn vieles bekommt man selbst nicht mit… Und vielleicht schaffen wir es in naher Zukunft Veränderungen herbei zu führen.
Freitag, 11. Juni 2010
Soledad en la isla caribeña
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Wenig Schatten nach Schattenseiten Kolumbiens
Der Sonntag ist seltsam, Flughafen, Abschied in dem Wissen selbst bald dran zu sein, die Worte „Wir sehen uns in sechs bis acht Wochen wieder“ kommen zwar aus meinem Mund, aber in meinem Kopf sind sie noch immer nicht angekommen. Nicht zu viel Zeit damit vergeuden traurig zu sein, lieber noch ein wenig reisen. Als ich mir damals im Februar den Flug gekauft habe, der mich am Montag in die Karibik gebracht hat, da hab ich auch nicht großartig überlegt, wann bekommt man schon mal für etwa 40 Euro so einen Luxus geboten…
Am Montagabend steh ich also einsam und alleine in den verlassenen Straßen, nach einem kurzen Abschied von meinem Mitbewohner Bastian, es ist mal wieder Feiertag und ich warte auf den Bus zum Flughafen, aber nein, die wenigen Busse die abends um sieben noch fahren, sind natürlich nicht dorthin unterwegs. Nach ewigem Warten nehme ich mir ein Taxi, wie so oft ist es ein sehr gesprächiger Fahrer. Bin überpünktlich am Flughafen, der Schalter ist bereits offen, kann mein Gepäck aufgeben, muss für ein Touristen-Wisch noch was blechen (was aber auch Kolumbianer zahlen müssen), nachdem der freundliche Herr der „señorita Constanza“ mindestens zehnmal eine schöne Reise gewünscht hat, heißt es warten. Noch eine Kleinigkeit essen, durch die Sicherheitskontrolle und standardgemäß zum Gate 1, bei Aires werden erstmal fleißig sämtliche Fluggäste gestapelt bevor es anhand von Lautsprecherdurchsagen zu dem richtigen Gate geht. Warten und ein österreichisches Pärchen erspähen, kurz überlege ich sie anzusprechen, aber ich bin schließlich auf meiner ganz eigenen einsamen Reise. Durchsage. Verspätung. Warten. Durchsage. Zum Gate 3. Warten. Durchsage. Zwei Reihen formen. Männer und Frauen. Erneute Sicherheitskontrollen, weshalb auch immer, als ob man innerhalb der fünfzehn Meter noch irgendwas reinschmuggeln könnte. Durchsuchen des Handgepäcks. Warten. Durchsage wegen Touristen-Wisch. Warten. Durchsage. Endlich das Boarding. Mit einer dreiviertel Stunde Verspätung starten wir. Ich sitze am Fenster, ist zwar Nacht draußen, aber gerade das ist super. Ein riesiges Lichtermeer unter uns. Nein, eher eine Lichterinsel im Ozean der Dunkelheit. Langsam verschwindet sie, die Großstadt-Insel, nur ab und an tauchen kleine Lichtlein auf, wie Sterne am Boden-Himmel. Alles steht Kopf. Der Sandmann kommt und meine Äuglein fallen zu. Kurz vorm Landeanflug werde ich wach. Die Küstenzeile ist beleuchtet, eine Straßenlaterne reiht sich an die nächste wie eine Lichterkette, die sich um den Weihnachtsbaum schlängelt. Unter uns Meer, nichts als Wasser, Wasser, Wasser und dann, im scheinbar allerletzten Moment taucht die Landebahn unter uns auf. Aussteigen, von der Wärme der Nacht halb erschlagen werden, Gepäck schnappen, Sicherheitskontrolle, ein kurzer Anruf wie versprochen nach Bogotá, gleich ein bisschen Wärme mitsenden in die verregnete Hauptstadt zum verschlafenen frierenden Kike.
In die warme Nacht hinaus und Werner sofort erkannt. Ein großer dicker Tauchbär, wie man ihn sich so vorstellt, blaue Augen, großer Bierbauch und ein freundliches Lächeln auf den Lippen, den Exil-Aachener hat es vor etwa fünfzehn Jahren auf die Insel verschlagen, klein angefangen, und mittlerweile betreibt er eine der wenigen Tauchschulen, vermietet ein paar Zimmer und ein Apartment, ist verheiratet mit Amalia, einer Einheimischen. Mit dem typischen Fortbewegungsmittel der Insel einem weinroten Roller, meinen Reiserucksack zwischen seinen Füßen, fahren wir durch die Nacht. Den Fahrtwind in den Haaren, genieße ich die Stille (Helme gibt es hier nicht, man fährt auch gerne in Flipflops Moped), da überquert schon mal der ein oder andere Krebs die Straße, als wir ankommen, werden wir von Amalia empfangen, meine Sachen in meinem geräumigen Zimmer abgeladen und noch auf eine Limonade auf die Terrasse. Dann falle ich vor Müdigkeit in einen tiefen Dornröschenschlaf, die Hitze… Ich stehe erst gegen elf Uhr am nächsten Morgen auf, eine kalte Dusche lässt mich in der wunderschönen Inselwelt der Karibik erwachen, ich tapere in T-Shirt, Rock und FlipFlops auf die Terrasse, lerne Mathilde kennen, eine junge Frau, die Amalia im Haushalt hilft. Heute hat sie frei und schaut eben nur mal nach, das Leben verläuft hier in ganz anderen Bahnen, alles recht entspannt, wie ich merke ein wenig zu entspannt um auf Dauer auf dieser kleinen Insel zu leben, zumindest für mich. Aber ich bin ja auch „nur“ eine Woche auf Urlaub hier, Urlaub von meinem achso anstrengenden Leben.
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Mit frisch vom Baum gefallenen Mangos, vor Saft triefenden Händen, denn die Mangos, die hier wachsen, sind die kleineren süßen Mangos, beginnt der erste Tag im trügerischen Paradies. Es hätte genauso gut die erste Einstellung eines Thrillers oder zumindest eines interessanten Tatorts werden können. Denn nachdem ich den Tag am Strand verbracht habe, man will gar nicht raus aus dem herrlichen Meerwasser, einfach nur dahin treiben lassen und sich verbrennen trotz Sonnencreme, abends dann, erfahre ich, was in der Nacht zuvor passiert ist und im Laufe der Woche klärt sich oder auch nicht, was wirklich geschehen ist. Ungefähr zu der Zeit als ich gelandet bin, gab es einen mysteriösen Brand auf der Insel, sogar recht nahe meiner Bleibe, in San Luis, dort, wo die meisten der Insulaner wohnen und nur sehr wenig Touristen zu finden sind. Dabei sind Großmutter und Enkelin ums Leben gekommen. Tochter (und zugleich Mutter) lebt ein paar Straßen weiter. Sie hatten am Abend zuvor einen Streit. Ging um Geld. Ein Check, den die Tochter bei der Mutter gefunden hatte und einlösen wollte, was aber ohne Unterschrift der Mutter nicht ging. So munkeln die ersten bereits. Das Seltsame ist, dass Großmutter und Enkelin nicht aus dem Haus fliehen konnten, sodass ihre Leichen vom Feuer verstümmelt aufgefunden wurden. Anscheinend habe die noch nicht ganz so alte Dame, die sonst auch sehr fit war, an diesem Abend ein paar Schlaftabletten genommen wegen des Streits. Die Enkelin hatte dauerhaft bei der Großmutter gelebt, weil die Mutter wohl so unzuverlässig war (aufgrund von psychischen Problemen und Drogenabhängigkeit). Und noch seltsamer ist, dass Amalia eine Nacht vorher in ihrem Traum gesehen hat, wie beide verbrennen. Gruselig. Im Laufe der Woche tauchen weiterhin Gerüchte auf, andere Versionen und Visionen kommen ins Spiel, doch wirklich aufgeklärt wird der kleine Insel-Krimi nicht.
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Nach der zweiten durchschwitzten Nacht, die Klima-Anlage rattert und rattert, der Ventilator hilft da schon einiges mehr, mache ich erstmal einen Morgenspaziergang zum Strand. Von dort aus wate ich zu einer klitzekleinen vorgelagerten Insel, Hayne Cay, dort ist vor Jahren ein Frachter gestrandet, der nun langsam aber sicher vor sich hinrostet. Direkt von einem Hotel aus werden Touristen zu diesem kleinen grünen Fleckchen im Meer der sieben Farben (wie es hier rund um San Andrés genannt wird, und das zu Recht, man erblickt die unterschiedlichsten Blau- und Türkistöne) geführt. Hüfttief ist das Wasser, aber da die alltägliche Kleidung hier so oder so nur der Bikini sein wird, vielleicht noch ein leichtes Sommerkleid auf dem sonnengeröteten Leib, macht das auch nichts aus. Wie überall auf der ganzen Insel, wollen sie Einheimischen auch hier Geld machen, sie „vermieten“ Tauchmasken, um sich ein wenig die bunte Unterwasserwelt anzusehen, ich lehne dankend ab, genieße ein wenig die schattigen Palmenblätter über meinen Kopf, Jorge will mir seine Tauchermaske leihen, aber ich habe eigentlich gerade eher den Drang in die Stadt zu kommen, um etwas zu essen. Also wate ich zurück durch das angenehme Wasser und laufe dann der Straße entlang in Richtung Zentrum. Die Sonne brennt auf mich nieder, ich flippe und floppe die nicht vorhandenen Gehwege entlang, komme an kokosnussschlachtenden Arbeitern vorbei, sehe einsame Schiffe langsam vor sich hinrosten und zerfallen, atme frische Meeresluft tief in meine Lungen ein, leider auch ein wenig Moped-Abgase, denn auf der Insel fahren hauptsächlich motorbetriebene Zweiräder durch die Gegend. Auch das ein oder andere Taxi ist zu erspähen, allerdings keine kleinen gelben Knutschkugeln, sondern jegliche Art von Autos, kleine niedliche Busse, in denen man immer einen Sitzplatz bekommt haben kleine Pappschilder im Fenster stehen mit dem Ziel der Fahrt, Unmengen an mit Touristen beladenen Golfkarts, ein paar monströse Automobile, bei denen man sich wundert wozu man solche Ausmaße auf so einer winzigen Insel benötigt.
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Auf den gesamten 32 km gibt es genau drei Tankstellen. Was die Mopeds und Motorräder angeht, wenn jemand an einem hupend vorbei fährt, dann ist das das Zeichen dafür, dass es sich um ein „Mototaxi“ handelt, aufspringen und los geht die bunte Fahrt, natürlich ohne Helm, versteht sich von selbst, nicht wahr? Auf jeden Fall sind diese Mototaxis eigentlich illegal, aber auch nur eigentlich. Zwischen 8.30 morgens und 12.30 mittags darf niemand mitgenommen werden. Logik und Kolumbien…
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Der Weg ist lang, auf der einen Seite befindet sich die Einfahrt zu einem Hotel, der Portier scheint Interesse an mir zu haben, herrlich, nicht, nun denn, er meint, ich solle den nächsten Bus nehmen, er empfiehlt mir sogar ein gutes Restaurant und lässt mich bis auf ein paar Bemerkungen zu der Schönheit meiner Hautfarbe in Frieden. Das erste vernünftige Essen in perfektem Ambiente. Direkt am Strand befindet sich „The Fisherman’s Place“, im Schatten sitze ich einsam und alleine an einem Tisch für vier, ordere caracol, Meeresschnecke, dazu gibt es fruta de pan (Brotfrucht), Kokosreis und einen kühlen Saft. Nebenan herrscht reges Treiben, die Fischer kommen hier an Land und wiegen ihre Beute, da sind ordentliche Brocken dabei, denen man lebendig nicht so gerne begegnet hätte wollen. Eine leichte Brise weht und ich lasse mir das Meeresgetier schmecken. Und dann einfach am Strand entlang schlendern, nichts weiter als den Touristen zusehen, den Sand unter den bloßen Füßen zu spüren, das sanfte Meeresgeräusch. Urlaub. Sich fallen lassen in den weißen Korallen-Sand. Und einfach nur in die Ferne starren. Seine Gedanken verlieren. Bis. Ja, bis einer der Strandverkäufer ankommt und mir einen cocoloco (eine „verrückte Kokosnuss“) oder doch lieber ein Bier andrehen will. Ich lehne dankend ab, in praller Sonne und alleine betrinken, ich kann mir besseres vorstellen. Aber es scheint durchaus gut angenommen zu werden, denn des Öfteren stolpert man über leere Bierdosen trotz der vielen Mülleimer, die es hier gibt. Auch schattengeschützte Liegestühle werden mir hergerichtet, ich sitze aber viel lieber im Sand unter einer Palme als irgendwelche Plastikstuhl-Abdrücke auf meinem Allerwertesten zu sammeln. Die Frauen, die mir trenzas („Strähnen“) flechten wollen, gucke ich auch nur ungläubig an, bei der Länge meiner Haare?! Und ich möchte auch keinen Schmuck, nein, einfach nur hier sitzen, meine Füße im Sand vergraben und ab und an mal ins (kühle) Nass eintauchen. Danke. Das funktioniert hier sogar. Man sagt nein und man wird in Ruhe gelassen. Irgendwann kommt dann Mango vorbei, ein Jamaikaner, der mir Muscheln schenken will für gerade mal 10,000 Pesos, er ist ganz nett und wir reden ein wenig, ein wenig Angst hab ich vor dem Baumstamm, den er schultert, ein Instrument wie sich herausstellt. Die Muscheln nehme ich nicht, aber die Einladung zum gemeinsamen Musikmachen verschiebe ich auf später. Gegen Abend kaufe ich noch ein wenig ein, dann versuche ich den Bus zu finden. Ranwinken, einsteigen, bezahlen, hinsetzen. Nur als ich aussteigen will, suche ich vergebens die Klingel, hier muss man rufen „parada“. Die Hitze macht einen schon recht schlapp.
Am nächsten Morgen fahre ich zusammen mit Guillermo, dem Schwager von Amalia und gleichzeitig Mitarbeiter im Tauchcenter von Werner, ins Zentrum. Angenehm, so morgens, wenn es noch keine 30 Grad im Schatten sind. Ein kleiner Stadtrundgang mit Werner. Es ist schon eine seltsame Stadt. Ihr Bild wird von riesigen Geschäften dominiert und deren Schaufenster wiederum von unglaublichen Angeboten. Vier Flaschen Whiskey für 50,000 Pesos oder doch lieber einen Wodka für 6,000 Pesos. Genauso die ganzen Parfums oder Elektrogeräte, die hier für nichts und wieder nichts rausgehauen werden. San Andrés ist steuerfrei. Deswegen kosten Luxusgüter hier in etwa die Hälfte. Nur die Alltagsgegenstände und Lebensmittel sind um einiges teurer (wenn es sich nicht um Kekse, Süßigkeiten oder Chips handelt, die sind ebenfalls spottbillig). Ein wenig Malle oder Ibiza für Reiche eben. Hotel an Hotel, obwohl auch die Probleme haben, denn die Insel ist nicht groß, nur an der Westseite gibt es Strand, der Rest besteht aus Korallenfelsen, spitzkantig und gefährlich. Grundstücke sind klein und man darf auch nicht höher als vier Stockwerke bauen. Die Strandpromenade ist gepflastert mit teuren Restaurants, es gibt sogar ein Café, in dem man guten saftigen Kuchen bekommt. Außer des Chaos, das hier herrscht, gibt es sonst kaum noch etwas zu erwähnen. Den Nachmittag verbringe ich am Strand, lerne eine Exil-Insulanerin und ihre Tochter kenne, wir unterhalten uns nett und essen zusammen empanadas gefüllt mit Krebsfleisch, den Abend auf der Terrasse, lese viel, höre Musik und ärgere mich, dass ich keinen Handy-Empfang habe. Ist zwar gut und schön von der Realität abgeschaltet zu sein, aber wenn man so allein ist, freut man sich schon mal über ein Gespräch. Am nächsten Morgen wartet Guillermo wieder auf mich, rauf aufs Motorrad, über die mit Schlaglöchern bedeckten Straßen. Ich lerne Peter, Amerikaner, und seine Frau Zuury, Kolumbianerin, kennen. Die beiden kommen schon seit Jahren zum Tauchen nach San Andrés und ja, heute ist es so weit. Mein erster Tauchgang nach (ich weiß nicht wie viel) Jahren, es ist schon Ewigkeiten her und so viel im Meer getaucht bin ich auch noch nicht. Da ist der Salzgittersee eher heimatliches Tauchgebiet. Mit der Natty geht es raus, raus aufs Meer, das heute sehr ruhig ist, fast spiegelglatt, ideal zum Einstieg. Das schlimmste am Tauchen habe ich schon hinter mir, sich in den Neopren-Anzug zwingen müssen. Das Meer ist nicht kalt, aber als Schutzschicht ist das schon nicht schlecht. Jacket um, der Bleigurt ist integriert, neu für mich, noch mal abklären; links, Tauchcomputer, Inflator, Messgeräte; rechts, Atemregler und Ersatz. Tauchermaske aufgesetzt, mit Hilfe von Edwin, unserem Kapitän, hinaufgehievt auf den Bootsrand, ich zittere, nicht vor Kälte, vor Aufregung.
Einfach fallen lassen, nach hinten, einfach fallen lassen, ganz einfach. Platsch. Orientierungsprobleme, Blau um mich herum, wo ist oben, wo unten, aber dann, treibe ich fröhlich an der Wasseroberfläche. Mit Werner an der Hand geht es langsam aber sicher in die Tiefe, Druckausgleich klappt perfekt und auch meine Atmung wird ruhiger. Wir kommen auf dem Korallen-Plateau an, Anemonen, Korallen, Schwämme in allen Formen und Farben. Da wir ohne Handschuhe unterwegs sind, kann man auch die unterschiedlichen Begebenheiten der Unterwasserwelt taktil wahrnehmen.
Riesige kraterförmige Korallen fühlen sich ganz weich an, andere kleinere, die mit den Meeresbewegungen wanken, sind hart und fast steinig, wieder andere Pflanzen ziehen ihre Blüten ein sobald man sie berührt. Und Fische, ganz viele bunte kleine Fische, auch größere ziehen an uns vorbei. Ein Hummer, noch einer und ein dritter strecken uns ihre Fühler entgegen. Es geht tiefer hinab ohne dass ich viel davon merke, ich genieße es einfach in meinem Element zu sein, noch ein wenig weiter hinab, durch einen kleinen Unterwasser-Canyon, ein bisschen unheimlich, aber der Tauchbär begleitet mich ja und in der 12-Liter-Flasche ist auch genug Luft. Nur vergeht die Zeit im tiefen Blau irgendwie viel schneller als an Land… Nach einem 48-minütigen Tauchgang und einer maximalen Tauchtiefe von 29,7 Metern, heißt es wieder ohne Automat Frischluft atmen.
Tauchklamotten ablegen, über die Leiter wieder hinein ins Boot und die Eindrücke sacken lassen. Nach einer kurzen Pause an Land wieder hinein, ein zweiter Tauchgang. Diesmal geht alles schon viel einfacher, schwups, hinein ins Wasser, abtauchen in die blau-bunte Unterwasserwelt. Es ist soviel spannender als an Land, die Formen sind so anders und alles ist ruhiger, ausgeglichener, eben noch nicht so sehr vom Menschen geprägt. Eine unerforschte Welt, spannender als das All, warum so weit weg von der Erde, wenn es doch auf dem Planeten selbst noch so viel unerforschtes Leben gibt. Und es stimmt mich traurig, wenn ich mir klar mache, dass der Mensch so viel von der natürlichen Schönheit zerstört, nur um seine ökonomischen Interessen zu wahren. Da kann ich nur fassungslos den Kopf schütteln, durch den Menschen herbei geführte Naturkatastrophen. Also genieße ich den Moment jetzt, genau diesen Augenblick und speichere ihn ab, in meinem Kopf und digital oder auch auf Papier.
Wie schön es auch ist mit dem Boot übers Meer zu schnellen, die frische Meeresluft mit dem Hauch von Salz und Fisch in der Luft einzuatmen und sich dem schier unendlichen Horizont hinzugeben. Das Boot knallt auf die Wellen, man hüpft unweigerlich mit auf und ab, unter dem Sonnendeck geschützt.
Auf der Suche nach einem kleinen Restaurant komme ich zwar an zweien vorbei, doch die bieten keinen Fisch an, da hält plötzlich Carlos neben mir, auf seinem Moped, fragt, wonach ich Ausschau halte, wir kommen ins Gespräch und als er hört, dass ich Werner kenne, soll ich einfach aufspringen und er fährt mich zu drei kleineren Restaurants, wovon mir dann auch eines zusagt. Mein Fahrer setzt sich auf eine Suppe zu mir und wir unterhalten uns ein wenig – immer wieder die gleichen Fragen, warum Kolumbien, wie lange ich hier bin, usw. Ich irre ein wenig durch die Straßen, so ganz habe ich das verworrene Straßensystem noch nicht begriffen, aber nach ein paar Mal im Kreis laufen, finde ich zurück zum Tauchcenter. Da steht auch schon der Tauchbär und wartet auf mich, wir machen eine kleine Inselrundfahrt, damit ich auch alle Touristenattraktionen der Insel mal zu Gesicht bekomme – es sind nicht unbedingt viele… Die Mittagshitze hat sich bereits gelegt und bei dem Fahrtwind ist es auch ganz angenehm, auf dem tiefroten Roller geht es einmal rund herum, 32 km ist die Straße lang. Drei Tankstellen, schön sind auch die Kilometerangaben, eines der Schilder besagt nämlich, dass sich die nächste Tankstelle in 30km befindet. Etwas befremdlich. Nun denn. Über die holprige Straße fahren wir immer schön direkt am Meer entlang, halten kurz am West View, trinken zusammen ein Bierchen (der einzige Tropfen Alkohol, den ich hier zu mir nehme), sehen den Touristen dabei zu, wie sie vom installierten Sprungbrett hinab springen oder auch mit Taucherhelmen auf den Grund tauchen. Hier gibt es schon keinen Sandstrand mehr, alles besteht aus spitzen, dunklen Korallenfelsen, nur wenige klettern hier herum. Wir fahren weiter und es ist immer dünner besiedelt, viele Häuser stehen leer, verfallen langsam, der hohe Salzgehalt in der Luft lässt das Metall erodieren, alles rostet langsam vor sich hin. Ab und an kommt einer der kleinen Busse vorbei mit einem kleinen Pappschild im Fenster, worauf entweder Cueva de Morgan oder Hoyo Soplador steht.
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Ersteres ist eine angebliche Piratenhöhle des Captain Morgan, dessen Schatz noch immer im Verborgenen liegt, zweiteres stelle ich mir als Geysir vor, entpuppt sich aber als ein normales Loch im Korallenfelsen, aus dem das Meerwasser hochgeschossen kommt, wenn die Wellen gegen die Küste schlagen. Nichts Atemberaubendes. Wirklich nicht. Der Ausblick ist hier allerdings wunderschön, da wir uns auf der windgeschützten Seite befinden, ist das Meer spiegelglatt…
Weiter der Straße entlang, wir kommen an dem Gebäude vorbei, was einmal die erste Universität auf der Insel werden sollte, mittlerweile ist es gut bemoost. Es wird ein wenig urwaldiger, alles ergrünt. Wir biegen kurz ab, hinauf auf den höchsten Punkt – La Loma – von hier aus hat man einen netten Blick. Und dann der Magic Garden. Wer sich fragt, ob das ein besonderer botanischer Garten ist, in gewisser Weise vielleicht schon. Hier wachsen Müllberge in den Himmel, vor drei Jahren hat es wohl einmal hier gebrannt, da musste die Feuerwehr aus Bogotá kommen. Hinter dem magischen Garten liegt nur noch das gut belegte Gefängnis, vor allem wegen Drogen- oder Menschenschmuggel werden die meisten hier eingebuchtet. Zurück auf der Hauptstraße umrunden wir die Insel weiter. Die Straße bricht an vielen Stellen schon weg, da sie direkt am Meer konstruiert wurde. Das Örtchen San Luis beginnt, auch hier stehen einige Hotels, der schmale Strandstreifen ist von rotgebrannten Touristen überbevölkert. Wir biegen nochmals ab und ich sehe ein typisches Insulaner-Haus, mehrstöckig, bunt, Spitzdach, hölzern. Und auch die älteste Kirche der Karibik bekomme ich zu sehen.
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Dann werde ich in meiner Unterkunft abgesetzt, unterhalte mich ein wenig mit Amalia, die mir zugleich unheimlich und doch sehr weise vorkommt. Mit all ihren Visionen und ihrem Wissen. Die nächsten Tage über fahre ich morgens mit raus aufs Meer, allerdings nur zum Schnorcheln. Viele bunte Fische, kleinere, größere, einzelne, in Schwärmen und auch einen Stachelrochen schwimmt an mir vorbei. Ich schnorchele an einer kleinen Insel entlang immer darauf bedacht nicht von Motorbooten oder Jetskis übergebrettert zu werden. Die zweite Station ist weiter draußen, außerhalb des Außenriffs, welches die Hälfte der Insel umrundet. Hier sind es vor allem die Formen der Korallen, die einen faszinieren, einige riesige pilzförmige Gebilde geben der Unterwasserwelt einen ganz besonderen Reiz, Elchkorallen sehen wirklich aus wie riesige Geweihe… Und die Wellen sind hier draußen ein wenig höher, ein schwappt direkt über mir zusammen, reißt mir beinahe die Maske hinfort, lässt mich verschlucken und plötzlich geht der Herzschlag schneller. Vielleicht sollte ich doch nicht so nah ans Riff, wo die Wellen zerschellen. Lieber wieder Richtung Boot.
Am Sonntagmorgen fahren wir raus zu Johnny Cay, eine weitere vorgelagerte Insel. Ich werde ausgesetzt, bewaffnet mit ABC-Ausrüstung und Kamera. Und das tolle ist, ich kann ein wenig Freitag spielen, denn ich bin ganz allein auf der Insel. Zu Fuß einmal rund herum. Ich finde meine Fußspuren wieder, der Wind weht durch die Palmenblätter, noch ist alles still. Niemand sonst hier, auch die ganzen Restaurants sind noch geschlossen, die Liegestühle einsam und verlassen.
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Da erspähe ich am Horizont ein kleines Boot, die erste Ladung Angestellter kommt an, sieht mich etwas verwundert an, sagt aber nichts. Ich drehe weiter meine Runden, lass mich in den Sand fallen und genieße diesen Sonntagmorgen, noch immer in der Illusion mich alleine auf der Insel zu befinden. David, ein Insulaner, der hier arbeitet, joggt fleißig um das Inselchen bevor wir uns ein wenig unterhalten… Ein bisschen ins Wasser, dann treffe ich mich mit dem Tauchertrupp nach deren ersten Tauchgang und trinke einen alkoholfreien Kokos-Cocktail. Der Inhaber des kleinen Geschäfts ist ein eingesessener Insulaner, dunkelhäutig, Rastas, Zahnlücke, die bei seinem breiten Grinsen zum Vorschein kommt. Der Akzent ist auch nicht allzu leicht zu verstehen, aber das hat man mir eh schon vorhergesagt… Zum Abschied sagt er mir „Te quiero“ und schenkt mir eine Kokosnuss. Damit kann ich leben. Es sind bereits eine Menge Touristen angekommen, aber das stört mich kaum, ich begebe mich alleine ins Wasser und umrunde die Insel, Maske auf der Nase, Schnorchel im Mund und Flossen an den Füßen. Eine gute dreiviertel Stunde bin ich unterwegs, so klein ist es doch nicht und sehr vielfältig. An einigen stellen flach und felsig, an anderen lässt es sich den Ausblick auf den weißen Sand bis weit in die Ferne genießen. Es ist ein wenig wellig, so dass ich strampeln muss, um nicht ans Ufern geklatscht zu werden. Plötzlich taucht unter mir ein Stachelrochen auf, direkt unter mir, mein Schattenumriss ist so groß wie das Tier oder anders herum, da schwimmt mit einem Mal ein Stachelrochen meiner Größe unter mir, fast verschlucke ich mich. Ich beobachte ihn still, wie er sich immer wieder versucht mit seinen wellenartigen Bewegungen in den Sand zu vergraben. Ein schönes Schauspiel.
Auch am letzten Tag darf ich nochmals diesem Spektakel beiwohnen, allerdings eine kleinere Ausgabe und da ich so kurz vor dem Flug nicht mehr tauchen darf, verpasse ich die Delfine, die die anderen sehen. Man kann eben nicht alles haben. Als die Taucher zu zweiten Mal in die Tiefe verschwinden, bleibe ich im Boot bei Edwin, denn die Wellen werden immer höher, der Himmel zieht sich zu, das Inselende verschwindet in einem dichten Wolkengetümmel, es rauscht, der Regen prasselt hinab und hüllt die grüne Insel in einen grauen Schleier. Die Wellen sehen ganz seltsam aus, es spritzt und spritzt, auch das Boot füllt sich langsam, aber für den Fall der Fälle haben wir eine kleine Pumpe an Bord. Später erzählt mir Amalia, dass der Himmel geweint hat, das Begräbnis der beiden Toten des Brandes sind heute beerdigt worden. Irgendwie fasziniert es mich. Dieser Glaube, diese Visionen, dieses Anderssein. Man mag es kaum in Worte fassen. An diesem Abend erzählt sie mir, dass etwas mit der Insel passieren wird, dass sie bereits nicht mehr ist, was sie mal war und es wird noch viel, viel schlimmer kommen.
Am Montag gönne ich mir noch Krebs zum Mittagessen zwischen all den Fischern, ziehe nochmals durch die Straßen, sitze im Sand am Strand, schaue in die weite Ferne und lasse mich davontreiben. Mango taucht nochmals auf, mit mir macht er glücklicherweise keine Musik, aber ein paar andere Touristen überzeugt er mit ihm rumzuhampeln und ihm dafür danach dann ein wenig Geld zu geben. Nachdem er drei kleineren Gruppen seine improvisierten Musikinstrumente in die Hand gedrückt hat, kommt mir das Lied schon aus den Ohren. Eigentlich wollte ich nur glücklich unter meiner Palme verweilen und den letzten Nachmittag voll Sonne genießen bevor es wieder zurück ins graue Bogotá geht.
Sachen packen, Klimaanlage abstellen, Abschied von Amalia, auf zum Flughafen. Es ist etwa neun als ich ankomme, der Flug geht erst um Mitternacht. Ich treffe mich noch auf ein gemeinsames Abendessen mit Werner, ab auf den roten Flitzer. Bei Gesprächen über das Leben auf der Insel geht die Zeit vorüber. Zurück am Flughafen ist die Schlange zum Einchecken ewig lang. Zumindest unterhalte ich mich mit einem Pärchen, das vor mir in der Reihe steht. Noch sieht alles gut aus, der Flieger scheint pünktlich zu kommen, unglaublich, was die Kolumbianer alles mitschleppen, wie viel Gepäck aufgegeben wird. Im Wartesaal dann setze ich mich, höre Musik und hoffe auf mein Bett. Ein älterer Herr steuert auf mich zu, setzt sich neben mich, erzählt mir er habe mich bereits auf dem Hinflug gesehen, ich denke mir nichts weiter dabei, unterhalte mich ein wenig. Er ist Spanier mit einem kleinen Apartment am Strand, seit 15 Jahren geschieden, Sohn und Tochter von etwa 40 Jahren, er geht seit Jahren allein auf Reisen. Irgendwie nimmt das Gespräch eine seltsame Wendung und plötzlich lädt er mich zu sich nach Spanien ein und auch auf ein gemeinsames Mittagessen. Ich will nicht unhöflich erscheinen, aber ich lehne dennoch ab und muss noch nichtmal vorgeben müde zu sein, denn die Augen fallen mir schon so zu. Es ist bereits Mitternacht, es kam noch keine Durchsage, normalerweise sollten wir schon in der Luft sein. Aber das wird noch dauern. Gegen eins kommt eine unverständliche Durchsage, der Flieger würde um 2.15 landen. Na großartig. Auch andere Flieger haben Verspätung, wohl weil es so stark in Bogotá geregnet hat, dass der Flughafen eine zeitlang gesperrt werden musste. Der Flug nach Pereira wird angekündigt, vom Wartesaal 1 geht es in den Wartesaal 4. Die Stimme die da plötzlich durch die Lautsprecher dröhnt, ist hoch und schrill als ob das Ziel sei alle ertauben zu lassen. Und immer wieder, in Sekundenabständen kreischt es in unsere Köpfe. Die ersten Buh-Rufe werden laut. Doch nein, kein Erbarmen. Menschen beginnen zu laufen. Einer, und noch einer, und noch einer. Und dann wieder einer. Die Wartenden beginnen zu rufen, zu grölen, als ob wir schon bei der Fußballweltmeisterschaft angekommen wären. Es ist zu lustig. Und wieder einer, Anfeuerungsrufe. Und noch einer. Grölerei. Irgendwann kehrt wieder Ruhe ein. Letztendlich starten wir morgens um halb vier, kommen um halb sechs in Bogotá an, ich könnte nen Bus nehmen, aber ich bin viel zu müde, nehme mir ein Taxi, wir rauschen wortwörtlich durch die tiefen Pfützen, der erste morgendliche Stau hat sich bereits gebildet. Um halb sieben falle ich in mein Bett. Gute Nacht.
Mittwoch, 2. Juni 2010
Solamente no sale nada
Schreibblockade
Der Bericht über meine Reise nach San Andrés steht noch aus, ebenso ein Kommentar zu den vergangenen Wahlen, das Hin und Her, will ich hierbleiben, freu ich mich auf Deutschland, was werde ich vermisse, wie verbringe ich die letzten drei Wochen... Fragen über Fragen und nichts klärt sich, oder eben nur sehr, sehr langsam. Vielleicht tickt da auch gerade in meinem Kopf eine kleine Bombe, die kurz vor der Entschärfung detonieren wird.
Ganz langsam geht es voran, aber eben nur ganz langsam. Ein wenig Geduld. Kolumbianische Langsamkeit gepaart mit Constanzischer Faulheit - so sieht's momentan gerad aus. Chaos. Reinstes Chaos - ohne jegliche Logik.
Der Bericht über meine Reise nach San Andrés steht noch aus, ebenso ein Kommentar zu den vergangenen Wahlen, das Hin und Her, will ich hierbleiben, freu ich mich auf Deutschland, was werde ich vermisse, wie verbringe ich die letzten drei Wochen... Fragen über Fragen und nichts klärt sich, oder eben nur sehr, sehr langsam. Vielleicht tickt da auch gerade in meinem Kopf eine kleine Bombe, die kurz vor der Entschärfung detonieren wird.
Ganz langsam geht es voran, aber eben nur ganz langsam. Ein wenig Geduld. Kolumbianische Langsamkeit gepaart mit Constanzischer Faulheit - so sieht's momentan gerad aus. Chaos. Reinstes Chaos - ohne jegliche Logik.
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